La Justicia identificó los restos de dos militantes desaparecidos

21/05/13-.Se trata de Sebastián Llorens y Diana Triay. Militaban en el PRT hasta diciembre de 1975, cuando fueron secuestrados durante la presidencia de María Estela Martínez de Perón. La identificación fue posible por al aporte del Equipo Argentino de Antropología Forense.

(AUNO).- Luego de 38 años fueron identificados los restos de los militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) Sebastián Llorens y Diana Miriam Triay, desaparecidos en diciembre de 1975 durante la presidencia de María Estela Martínez de Perón. Se encontraban enterrados en Esteban Echeverría y sus cuerpos recuperaron la identidad con el aporte científico del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

A fines de octubre de 2012 los restos óseos fueron un “hallazgo fortuito” de los que se dio cuenta a través de un llamado a la Comisaría Tercera de Esteban Echeverría, que pidió la intervención de peritos oficiales y bomberos, y luego a los expertos del EAAF.
De acuerdo a los datos obtenidos por el juez federal Daniel Rafecas, quien está a cargo de la megacausa que investiga los delitos de lesa humanidad en la órbita del Primer Cuerpo del Ejército, Llorens y Triay habrían estado secuestrados en los centros clandestinos El Vesubio o Cuatrerismo, ubicados a dos kilómetros del lugar donde fueron ocultados sus restos.

Antes de ser secuestrados el 9 de diciembre de 1975, durante la presidencia de María Estela Martínez de Perón y en los tiempos de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), Sebastián Llorens estudiaba Cine y Diana Triay se desempeñaba como docente, a la vez que pintaba cuadros.

En el mismo lugar en el que fueron hallados los restos de estos dos miembros del PRT, también se encontraban otros que aún no fueron identificados, por lo que el EAAF trabaja para descubrir la identidad de quienes se supone que también fueron víctimas del mismo operativo represivo.

En 1975, la madre de Sebastián, Nelly Ruiz, se enteró del secuestro de su hijo y de su nuera a través de una solicitada en el diario La Opinión, en la que se reclamaba por la liberación de los militantes. Pocos días después pudo recuperar a los dos hijos de la pareja, gracias a otro aviso del tabloide dirigido por Jacobo Timmerman en el que leyó que los pequeños habían ido a parar a manos de la jueza Alicia Oliveira, quien buscó a los parientes de esos chicos abandonados por los secuestradores en casa de unos vecinos.

Ahora, con la identificación ya consumada, la Justicia autorizó la entrega de los restos a los familiares de Llorens y Triay, quienes habrían sido asesinados el 12 de diciembre de 1975, es decir, tres días después de su secuestro.

La militancia en la sangre
La tradición política en la familia de Sebastián Llorens es de larga data: por parte de su madre, era heredero de dos antepasados gobernadores de Santiago del Estero, además de ser también chozno de Gregorio Alvarado, lugarteniente del general Martín Miguel de Güemes.

Su padre, de quien heredó el nombre, se desempeñó como funcionario del Ministerio de Obras Públicas durante la presidencia de Roberto Ortiz y más tarde llevó adelante la Fábrica Nacional de Envases Textiles, empresa perteneciente a la Junta Nacional de Granos.

Sin embargo, el pariente que marcó su vida y lo volcó hacia la militancia fue su tío paterno José María “Macuca” Llorens, quien le inculcó los valores que profesaba a diario como cura tercermundista a cargo de los Campamentos Universitarios de Trabajo en los que los estudiantes realizaban tareas sociales en diversos puntos del país.

Sebastián quiso seguir la misma senda que el cura villero e ingresó al seminario de los jesuitas, pero duró poco debido a la estricta autoridad eclesiástica: prefirió acercarse al PRT.

Durante la autodenominada Revolución Argentina, el militante estuvo detenido en la cárcel de Rawson junto a su hermano Pablo, por sus actividades políticas. Ambos recuperaron la libertad por el decreto firmado por el presidente Héctor Cámpora en marzo de 1973, que disponía la amnistía para todos los presos políticos.

Una de las hermanas de Sebastián, luego de su pasado como presa política, logró escapar a Suecia y se exilió allí, gracias a la red de contactos que tenía el cura “Macuca” Llorens.

Tiempo más tarde, Pablo fue asesinado en Tucumán, cuando formaba parte del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), pero su cuerpo nunca apareció.

 
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